LA HUELGA DE 1911 EN BIZKAIA



En mayo de 1890 Bizkaia vivió la primera huelga general obrera, que conmocionó a la opinión pública de la época, aquella gran huelga inauguró lo que se llamó “el periodo de las grandes huelgas de Bizkaia”, entre 1890 y 1910 la provincia conoció cinco huelgas generales de amplia dimensión.

El proceso acelerado de crecimiento económico, que se produce por la masiva extracción y exportación del mineral de hierro, la rápida industrialización en las factorías que se instalan en una de las márgenes de la ría, dieron lugar a una espectacular concentración obrera en un área de dimensiones muy reducidas.

En Bizkaia existía una gran concentración obrera, la prensa de Bilbaina cifraba en más de 25.000 trabajadores en las zonas minera y fabril de la provincia,

En la minas de Bizkaia las condiciones de vida eran de autentica esclavitud, los mineros tenian que alojarse en inmundos barracones (también se les llamó “cuarteles”) o de pupilos en casas de capataces, una queja repetida por los mineros era la de que al acercarse a las minas en busca de trabajo, había que preguntar al capataz si tenía cama para dormir, y comprar sus alimentos obligatoriamente en cantinas regentadas por éstos últimos.

Los patronos a traves de la Oficina de Información Obrera del Centro Industrial de Bizkaia, encargada de confeccionar las "listas negras" de los obreros a los que no había que contratar.

La prensa de la época afirmaba que las huelgas eran un fenómeno desconocido, cosa que no era cierta, ya se habían producido pequeños conflictos obreros “en 1872 los operarios de la fábrica de hierro Nuestra Señora del Carmen protagonizan una breve huelga; en 1884 hay otra de panaderos por cuestiones salariales; otra más de 100 mineros de la mina Unión en 1886, y una de canteros en 1888”.


  
Día a día miles de trabajadores y sus familias, se desenvolvian en una atmósfera cargada de materias volátiles, escaseaba el aire puro, sufrieron los efectos negativos de la proximidad de las fábricas, al tiempo que se desarrollaban largas jornadas de trabajo, mal remuneradas, padecieron carencias alimentarias.

Todo ello en un ambiente degradado en el que la higiene brillaba por su ausencia, las infraestructuras eran algo casi desconocido y la utilización de aguas contaminadas por filtraciones residuales industriales y domésticas era algo corriente. 
La situación de una barriada en 1.889 era de autentico escandalo, antihigiénica, se producia una aglomeración de habitantes en las casas por la escasez y carestía de las viviendas. Los primeros arrendatarios alquilan por una habitación por veinte pesetas al mes y por no poder satisfacerlos admitian a dos o más posaderos o uno o dos matrimonios. A los primeros les cobraban mensualmente dos duros, por cuidarles, la comida, la ropa y darles cama, con los segundos compartian de tres o cuatro piezas pequeñas en donde vivian diez, doce y más inquilinos. Como consecuencia en los barrios se producian infeciones de viruela, difteria y otras enfermedades infecciosas y contagiosas.

Habia habitaciones donde no se podía penetrar, por los olores fétidos y nauseabundos que despedian debido a la suciedad y la aglomeración de gentes que en ellas habitaban

Así, no resulta extraño la rápida propagación de enfermedades epidémicas (viruela, cólera, sarampión, tosferina, meningitis,…) y de enfermedades transmitidas por el aire (catarros, resfriados, neumonías, pulmonías, bronquitis,…), el agua y los alimentos escasos y en mal estado (gastritis, enteritis, diarreas,…).

Como consecuencia directa, el índice de mortalidad experimentó a finales del siglo XIX y principios del XX un elevado incremento siendo especialmente dramático entre la población infantil, la esperanza de vida en el área industrial de Bizkaia, disminuyó conforme aumentaba la saturación de sus cascos urbanos, asi como la miseria, la criminalidad, el alcoholismo.

En 1.900-1.906, Bizkaia tenía una tasa de 12,06% de defunciones por tuberculosis, mientras que Bilbao se situaba por encima con un 15,75%. 
Pronto esas carencias y necesidades de la clase trabajadora en materia de trabajo, alojamiento, sanidad, higiene,… chocaron con la opulencia de la burguesía, lo que suscitó numerosas protestas.

Los conflictos más graves que tuvieron lugar en Bilbao y sus inmediaciones, fueron sin duda los de 1910-1911, sobre todo los de 1911. La huelga que comenzara en el verano de 1910 reivindicaba una jornada de trabajo de nueve horas, y dada la excesiva intransigencia de los empresarios, recibió el visto bueno de la opinión pública.

Los trabajadores de las tipografias tambien pararon, mientras los propietarios eran protegidos por fuerzas de la guardia civil, para dar servicio a los diarios, de las derechas, que a la sazon publicarian arenas contarrias la huelga.

La reacción de la prensa, entre ellas la de La Baskonia fue muy distinta, ya que reprobaba la huelga, alegando su ineptitud para presionar a los empresarios: “Existe el convencimiento de que esas huelgas, provocadas por perturbadores profesionales, no son la vía más adecuada para solucionar las desavenencias entre los trabajadores y los patrones”. La Baskonia arremetia contra los trabajadores: “Esas personas desarraigadas se ven a sí mismas como gente extraña, y, llenos de ira, intentan herir a todo aquel que se muestra en desacuerdo”.

Entre tanto los trabajadores salieron en masa a las calles, se notaba una nutrida presencia del Ejército, el ambiente se iba caldeando, los diarios, propiedad de las clases adineradas, cargaban contra los huelgistas, para evitar que desde, los escasos, diarios de los partidos y sindicatos de izquierdas, se pudieran difundir consignas favorables a la huelga, se implantado la censura informativa, los enfrentamientos del Ejército con los trabajadores fueron constantes y las listas de heridos crecían sin parar.

La huelga afecto a todos los transportes quedando paralizados ambos lados de la ria, sin embargo los miembros de la burguesia vasca y los directivos de sus empresas, de los barrios de Getxo (Algorta, Neguri y Las Arenas), dispusieron de un remolcador, que desde los muelles de Ripa, les trasladaba a sus domicilios, mientras que los trabajadores eran apaleados, por cargas realizadas por la infanteria del ejercito, por dichos muelles y el Arenal Bilbaino.



En Septiembre de 1911 mientras que en Bilbao, margenes de la ria y la zona Minera, se iban sucediendo enfrentamientos entre los obreros y los militares que provocaron numerosos heridos, los trenes eran asaltados por los trabajadores para poder abastecerse de alimentos, por orden del Capitan General quedaban suspendidas las conferencias telefónicas con Bilbao, en Algorta el carro del pan que habia salido de Bilbao, para aprovisionar a los soldados de las Baterias, fue detenido por los huelguistas, obligandole a retroceder. Sin embargo con la llegada de la milicia a Algorta cesaron los “Somatenes” (cuerpo auxiliar del orden público en el ámbito rural, destinado a proteger los dominios de los grandes propietarios).

Apenas quedó declarada la huelga general, los obreros de las fábricas abandonaron él trabajo. Algunos intentaron asaltar las panaderías con el propósito de abastecerse, las fuerzas de seguridad cargaron a sablazos, provocando numerosos heridos, las tropas del regimiento de Garellano salieron del cuartel de San Francisco, el dia habia amaneció con las fábricas y talleres paralizados, a las diez de la mañana, numerosos grupos de huelguistas obligaron á suspender los servicios de ferrocarriles, impidiendo el tránsito rodado por el puente dé Vizcaya. 
Al mismo tiempo, un numeroso grupo de huelguistas, con objeto de impedir la circulación del tren de Portugálete que estaba dispuesto para conducir, tropas a Baracaldo, colocó rieles atravesando en la vía del muelle de Uribitarte. 
Los guardias municipales y de seguridad que prestaban servicio en el citado muelle trataron de retirar los rieles y despejar los grupos, ante la resistencia de los huelguistas, quienes les arrojaron piedras, hicieron uso de sus armas.
  
Los incidentes entra los bares y cafes eran constantes, los cafés no abrieron sus puertas por no haberse presentado los camareros, en vista de ello, los propietarios, en la reunión que celebraron aquella misma mañana, acordaron hacer contratos con camareros no asociados, dándoles un sueldo fijo y prohibiendo que perciban propinas, grupos de camareros, unidos á los carreteros recorrian los cafés, conminando á sus dueños a cerrarlos. El dueño del Café Inglés protestó de la coacción, promoviéndose un incidente. Acudieron guardias municipales guienes disolvieron a los grupos a bastonazos.


En Algorta los huelguistas intentaron cortar el cable internacional de Comunicaciones. Las de fuerzas de caballería, dieron una carga, consiguiendo dispersar los grupos de huelguistas.

Como no circulaban los tranvías de Santurce ni los de Las Arenas, los trenes de esa línea salian abarrotados de pasajeros, y el puente de Vizcaya hizo un negocio redondo.

Las clases empresariales ante el temor de verse desbordadas por los trabajadores, que estos pudieran conseguir una victoria politica, empezando por la Cámara de Comercio, los Bancos (Bilbao, Vizcaya el de Crédito de la Unión Minera), la Asociación de Navieros, la Liga de Productores, Altos Hornos de Vizcaya y todas las instituciones patronales del momento, ofrecieron su ayuda y dinero al gobernador militar de Bizkaia, este emitió un bando en el que declaraba ilegales todas las huelgas convocadas, después proclamamo el estado de guerra, añadiendo que se haría fuego sobre quienes no respetasen la ley marcial.

Para las 12 de la noche una compañía del regimiento de Garellano con banda de música, clarines y tambores, recorria las calles y plazas publicando el bando en que se declara el estado de guerra.


El lunes 18 septiembre de 1911 desde primera hora de la mañana los tranvías circularon, gobernados por ingenieros militares, quienes anteriormente habían hecho prácticas en ia Central Eléctrica para el manejo de los aparatos, marchando los vehículos a gran velocidad.

En estas condiciones la lucha obrera tuvo que parar, encontra de lo que la prensa local afirmaba, los diarios internacionales, sobre todo los franceses escribian en sus paginas que la misma habia sido “un movimiento democrático y republicano, que merecia las simpatías de los demócratas y republicanos del mundo entero”.

Cullera septiembre 1911

Una huelga contra el reclutamiento para la guerra de Marruecos acabó en asesinato - Siete hombres fueron condenados a muerte e indultados por clamor popular



De izquierda a derecha, El Xato de Cuqueta, autor de la muerte del juez y Jacobo López de Rueda, el juez de Sueca
De izquierda a derecha, El Xato de Cuqueta, autor de la muerte del juez y Jacobo López de Rueda, el juez de Sueca 


PEPI BOHIGUES, CULLERA El 18 de septiembre de 1911, una protesta obrera que empezó siendo una simple huelga, acabó con el asesinato del juez de Sueca y dos de sus subordinados a manos de los manifestantes. Los hechos se dieron a conocer incluso fuera de España e influyeron de forma importante en Cullera y Sueca.
El 18 de septiembre de 1911 era lunes. Las diferentes sociedades obreras y sindicatos de toda España habían decidido celebrar una huelga general en protesta por el reclutamiento forzoso para luchar en la guerra de Marruecos y Cullera no se mantuvo al margen. Los obreros de la ciudad cortaron las líneas telegráficas, levantaron las vías del ferrocarril, cerraron los diferentes negocios que había entonces en el pueblo para impedir que la gente fuera a trabajar e, incluso, impidieron que dos terratenientes locales fueran a ver sus arrozales, según cuenta el historiador Ricard Camil Torres.
El juez de primera instancia de Sueca, Jacobo López Rueda, fue informado de todo lo que estaba sucediendo en Cullera y decidió acudir a la población para poner orden. Se armó con una pistola y una coraza (chaleco) de cartón-piedra. Junto a él iban el secretario del juzgado, su hijo, un alguacil, un escribiente y un vecino de Cullera.
Según cuenta Torres, al llegar a la estación de Cullera el juez se encontró con Juan Jover, conocido popularmente como el Xato de Cuqueta. Junto a él estaba el jefe de la estación a quien los huelguistas habían impedido ir a Sueca para comunicar a la autoridad competente que las vías del tren estaban cortadas y no se podía restablecer el tránsito de trenes.
Encuentro con el Xato

El juez empezó a pedir identificaciones a los huelguistas y, como estos seguían levantando los raíles y otros huían del lugar, el magistrado sacó su arma. Entonces, se inició una discusión entre los huelguistas y el juez que acabó con la detención del Xato de Cuqueta y un tal Blanco, a los cuales hicieron subir a la galera (vehículo similar a la tartana) en la que iba el juez.

La galera entró en Cullera por la Calle Valencia, situada en el barrio obrero del Raval, y entonces la gente empezó a gritar «Que s´en duen els homes!», cuenta Torres. La noticia corrió como la pólvora y, cuando la galera llegó al centro de la población, la gente empezó a tirar piedras al vehículo. El Xato de Cuqueta y el Blanco aprovecharon para escapar.
«El juez de Sueca perdió los papeles e intentó imponer su autoridad disparando al aire», explica Torres, quien indica que la conducta del juez desató la furia de los huelguistas. El secretario del juzgado recibió una puñalada, aunque consiguió salvarse; mientras que el juez, el alguacil y el escribiente consiguieron esconderse en el ayuntamiento. El hijo del secretario se escondió en una casa.
El alcalde de Cullera, Joaquín Fenollar, y algunos concejales republicanos intentaron calmar a la gente y, cuando parecía que lo habían conseguido, entre las 2 y las 3 de la tarde, el juez de Sueca volvió a salir al balcón del ayuntamiento. López de Rueda preguntó a la multitud el motivo de su protesta y la gente respondió: «No volem la guerra».
El juez efectuó unos tiros al aire, «lo que enfureció más a la gente», cuenta el abogado y estudioso de los Sucesos de Cullera, Salvador Pedrós, y entonces los huelguistas asaltaron la casa consistorial. «Sacaron al juez a la calle y el Xato de Cuqueta le pegó un hachazo al juez en la cabeza», relata Pedrós, quien asegura que a continuación el Xato dijo: «A fet que l´he estrelat».
Aunque el historiador Santiago Pérez no tiene tan claro que fuera el Xato quien asesinó al juez. Pérez cuenta que «la muerte del juez se produjo de forma tumultuaria en el ayuntamiento». Después, «el Consejo Supremo de Guerra y Marina condenó, fundándose en las declaraciones prestadas, a doce de los acusados como coautores del asesinato del juez López de Rueda; Juan Jover fue uno de ellos y se le condenó también como coautor de los otros dos asesinatos», explica Pérez.
Ricard Camil Torres añade que el alguacil, Antonio Dolz, consiguió escapar y cruzar el río Xúquer, pero en la otra orilla los huelguistas lo atraparon, le ataron una piedra la cuello y lo lanzaron la río. Su cadáver fue rescatado al día siguiente.
El escribiente, Fernando Tomás, por su parte, murió en el hospital unos días después por las heridas que le infligieron. Uno de los acompañantes consiguió salvarse al esconderse en un diván del Ayuntamiento.
Campaña internacional: 50.000 firmas solicitando el indulto

Unos días después de los sucesos, los diputados republicanos Juan Barral y Félix Azzati visitaron la cárcel de Sueca, donde se encontraban los acusados y entonces se enteraron de que éstos habían sido torturados y, por eso, habían declarado cosas que no habían hecho, cuenta el historiador Torres. Los diputados se entrevistaron con el presidente del consejo de ministros, José Canalejas, e inmediatamente iniciaron una campaña de denuncia que tuvo eco a nivel internacional.

Periódicos como «´Humanité» y el «Daily News» criticaron la intención de condenar a muerte a los detenidos. Los anarquistas franceses y emigrantes españoles residentes en el país vecino repartieron panfletos criticando al juez de Sueca y denunciando las torturas sufridas por los detenidos. Además, se recogieron 50.000 firmas que pedían la conmutación de las penas de muerte, entre los firmantes estaba el escritor Benito Pérez Galdós, además de otras personalidades de la época.
El desencadenante del trágico final

Lo que empezó como una huelga la mañana del 18 de septiembre de 1911 acabó con el asesinato de un juez y dos de sus subordinados. ¿Qué desencadenó el trágico final? Los historiadores coinciden en señalar que la llegada de López de Rueda a Cullera y su actitud autoritaria, disparando tiros al aire, unido al hecho de las enemistades que tenía este magistrado con la clase obrera fueron factores clave.

Además, estamos hablando de una época en que la clase obrera luchaba contra elementos caciquiles y el juez representaba ese poder autoritario. Santiago Pérez indica que «aunque episodios similares se vivieron en España en los siglos XIX y XX, no creo que los hechos de sangre sean explicables solo en clave de cultura política propia de ese momento». Según este historiador, «a Jacobo López de Rueda se le atacó por su ejecutoria personal contra sindicalistas y republicanos, pero también por lo que representaba: era el garante de un orden social opresivo». Salvador Pedrós opina que «el juez nunca debería haber ido hasta Cullera para sofocar la protesta porque esa era la función de las fuerzas del orden público (…); si no hubiera ido no hubiera pasado nada», dice Pedrós.
A esta circunstancia hay que añadir el hecho de que el Xato de Cuqueta y otros de los condenados acumulaban ya un historial delictivo, por eso Santiago Pérez cree que «individuos concretos procesados por el juez pudieron también actuar por venganza personal».

22 procesados y 7 condenas a muerte

La decisión de Alfonso XIII de indultar al Xato de Cuqueta llevó a dimitir a José Canalejas al frente del Gobierno central


El historiador Ricard Camil Torres cuenta que, inmediatamente después de los Sucesos, 20 carabineros procedentes de la playa ocuparon el pueblo y algunos huelguistas empezaron a huir, otros se escondieron en la montaña y el resto se quedaron en sus casas. Se declaró el estado de guerra y, al día siguiente, el batallón militar de Las Navas ocupó Cullera. Los primeros detenidos fueron conducidos al cuartel de la Guardia Civil y, posteriormente a la cárcel de Sueca.
El alcalde de Cullera, Joaquín Fenollar, fue suspendido de su cargo e inhabilitado. Se le acusaba de haberse ido a cazar por la mañana, a pesar del clima de tensión que había en Cullera. Además, alrededor de 10 guardias municipales fueron detenidos o destituidos por «incumplimiento del deber» y «actitud sospechosa», cuenta Torres en el libro «Anarquisme i revolució, Cullera 1911». Una comisión gestora de cariz más conservador pasó a dirigir el Ayuntamiento.
Se llegó a interrogar a medio pueblo. Según figura en el libro de Santiago Pérez, «Cullera 1911, la protesta d´un poble», un total de 58 hombres fueron detenidos y liberados posteriormente sin cargos, mientras que otros 22 hombres fueron procesados. La Audiencia Provincial de Valencia se inhibió a favor de la justicia militar y el juicio empezó en Sueca el 7 de diciembre.
En un principio, se dictaron 7 penas de muerte. Pero el capitán general finalmente solo firmó tres: la de Juan Jover (el Xato de Cuqueta), Cecilio Sanfélix y Federico Ausina. El 12 de enero de 1912, el Consejo de Ministros indultó a dos de los condenados y, finalmente, el rey Alfonso XIII, decidió también indultar al Xato.
La decisión del rey provocó que José Canalejas, presidente del Consejo de Ministros, presentara su dimisión, pero el monarca no se la aceptó. 

El perfil de la mayoría de los acusados respondía al de jornaleros pobres y analfabetos. El historiador Santiago Pérez explica que, de la veintena de condenados que hubo finalmente, solo constan tres sindicalistas pertenecientes a la Unión Agrícola Obrera, la principal sociedad obrera de Cullera en 1911.

Quince de los condenados eran analfabetos y cinco, incluyendo a Juan Jover, tenían un perfil delictivo o antisocial. Doce trabajaban en el campo, la mayoría como jornaleros; había un albañil, un herrero y un carpintero; del resto no consta su ocupación.

El xato de cuqueta. El autor de la muerte del juez



Un hombre de los bajos fondos
Era labrador o jornalero, analfabeto y tenía 24 años cuando ocurrieron los Sucesos de Cullera. Todos los historiadores consultados coinciden en destacar que el Xato de Cuqueta no era un sindicalista ni una persona que destacara en los grupos políticos locales. Muy al contrario, «era una persona muy marginal», dice Torres. El historiador Santiago Pérez, cuenta que Juan Jover acumulaba, desde los trece años de edad, condenas por faltas y delitos como desacato, desobediencia o atentado a agentes de la autoridad, disparo de arma de fuego, lesiones, robo, y escándalo en la vía pública, algunos con reincidencia. «De estas conductas antisociales destaca el uso de la violencia y el desprecio a la autoridad», explica Pérez. Como ejemplo, señalar que, el 25 de diciembre de 1910, el Xato lanzó piedras a la puerta de un prostíbulo y fue multado por escándalo con 5 pesetas. El Xato de Cuqueta fue condenado a muerte, le fue conmutada la pena por cadena perpetua, pero salió de la cárcel en 1931 gracias a una amnistía.

Jacobo López de Rueda. El juez de sueca



Un hombre autoritario
Jacobo López de Rueda, juez de primera instancia del juzgado de Sueca, nació en Santiago de Compostela en 1870. El historiador Ricard Camil Torres, define al juez Jacobo López de Rueda como una persona «autoritaria y desequilibrada». En el artículo «Revolta a Cullera, 1911», Salvador Pedrós coincide en calificar al juez como «un hombre de claras tendencias autoritarias y de entendimiento ligeramente alterado». Pedrós aclara que se basa en los testimonios consultados y, por eso, toma estos datos como una indicación. «Desde que había muerto su mujer había dado pruebas de una auténtica alteración mental», cuenta Pedrós. Pero, además, los historiadores consultados coinciden en que López de Rueda ejerció una importante represión sobre el movimiento obrero. Como ejemplo decir que en 1909 cerró la sociedad obrera La Colmena y detuvo a algunos de sus miembros que fueron llevados al juzgado donde «fueron objeto de golpes y otros excesos mandados por el juez y realizados por el alguacil», cuenta Pedrós.

Cullera 1911. Un Levante no tan feliz

Destacadas personalidades como Pérez Galdós, Ramón y Cajal, Benlliure, Sorolla, Muñoz Degrain o Morote pidieron el indulto de los acusados


MANUEL CHUST En la mañana del 18 de septiembre de 1911, hace ahora cien años, Cullera era una población fantasmal. La mayor parte de sus vecinos habían secundado la huelga general promovida por sociedades obreras valencianas que se unieron a la convocatoria de la Confederación Nacional de Trabajadores en solidaridad con los obreros de Bilbao y contra la guerra de Marruecos. Huelga que contaba con el apoyo de los diversos partidos republicanos. Los motivos eran suficientemente conocidos: carestía, hambruna, explotación laboral, inexistencia de garantías sociales y políticas, desigualdad e injusticia social. Sin embargo, en estos años, a estas cuestiones, se unía el malestar por la subida de precios de los alimentos básicos, especialmente el notorio incremento del pan, agravado por el «odiado» sistema de consumos que afectaba a diario los precios de los alimentos básicos.
Además, desde hacía dos años, otra cuestión aunaba también el malestar de las clases trabajadoras y de las capas medias: la guerra de África. Pese a que el gobierno conservador, de Maura primero, y liberal, de Canalejas después, habían «tranquilizado» a la población diciendo que no llamarían a filas a reservistas, ambos incumplieron sus promesas y movilizaron a contingentes licenciados desde 1902.
A las razones estructurales se les unieron las coyunturales. El cóctel fue explosivo. Ya en el verano de 1909, en plena celebración de la Exposición Regional en Valencia, las autoridades valencianas repartían octavillas con la letra del Himno que el maestro Serrano había compuesto para la ocasión —después se convertirá en el Himno Regional— para que la población lo cantara tras los conciertos de las noches de julio. Y los valencianos empezaron a cantar… pero solo una estrofa que para ellos significaba «otra cosa»:
«Ja en el taller

i en el camp remoregen
càntics d´amor
himnes de pau».

Los cánticos de la estrofa fueron repetidos varias noches seguidas, por lo que al final acabó con la intervención de las fuerzas de seguridad dispersando a los «cantores» y prohibiendo el cántico las siguientes noches, estableciendo el estado de sitio una vez más y sacando las autoridades militares el ejército a la calle. La palabra Paz resonó una y otra vez hasta que se convirtió más que en una glosa del regionalismo valenciano en una reivindicación de la clase trabajadora valenciana que veía cómo sus hijos, maridos, padres y hermanos morían en una guerra cruel e injusta de la que los ricos se podían librar pagando la redención cifrada en 1.500 reales. Ése era el inalcanzable precio para la mayor parte de los valencianos de la redención, de la exención de ir a la guerra… de morir por la ¿Patria? Ése era también el diferente concepto que los valencianos tenían de la marca que por estos meses acuñó el regionalismo valenciano: «Levante feliz».
Ese verano de 1909 terminaría con la Semana Trágica de Barcelona y una cruenta represión que culminó con un maestro de la pedagogía de prestigio internacional como Ferrer i Guardia en el patíbulo, acusado de instigar las revueltas a través de su red de Escuela Moderna.

Dos años después, la situación lejos de mejorar, se agravó. Los pueblos de la Ribera, la Costera, la Safor y la Marina sufrieron especialmente estos problemas al acentuarse, de forma específica, la crisis del arroz.

La mayor parte de estas poblaciones secundaron la huelga general. Estaban literalmente hartos. Hoy diríamos también «indignados». Aconteció que en Cullera ocurrieron los «hechos» más dramáticos y luctuosos. Pero bien pudieron acontecer en Carcaixent, Alzira, Dénia, Xàtiva, Silla, Gandia o Alberic, por citar solo algunas poblaciones en donde la huelga se transformó en revuelta. 

En Cullera ocurrió que Jacobo López Rueda, juez de primera instancia del distrito judicial de Sueca, al enterarse de que el comité de huelga había cortado los accesos a la ciudad e impedía la salida de reservistas, al igual que en otras poblaciones, enroló en un coche a su propio hijo, a sus ayudantes y a los hijos de uno de ellos y se fue a la población cullerense. En la entrada de Cullera se encontraron con un piquete huelguista y tras un enfrentamiento detuvo a dos de ellos y los subió al carruaje. Uno de ellos era un vecino muy conocido en la población: el Xato de Cuqueta, que posteriormente tendrá una destacada participación en los acontecimientos.

La comitiva judicial se adentró con los detenidos en el pueblo. De inmediato, autoridad judicial y detenidos fueron reconocidos por los piquetes y la población, que estaba en la calle apoyando el movimiento contra la guerra. Numerosas personas rodearon el carruaje con el objeto de liberar a los detenidos. Y de la liberación se pasó a la ira. El secretario y el alguacil resultaron muertos en la refriega. Los demás pudieron refugiarse en el ayuntamiento. La Guardia Civil, movilizada por el gobernador militar para «sitiar» la ciudad de Valencia en previsión de manifestaciones, no pudo intervenir. No estaba. Pasó lo mismo en las demás poblaciones.
Encerrados en el consistorio el juez y parte de la comitiva, la corporación municipal intentó apaciguar los enfurecidos ánimos de los huelguistas. En esta situación el juez sacó una pistola y disparó varias veces contra la población desde el balcón del ayuntamiento. Lejos de dispersarlos, como parecía que era su intención, embraveció aún más los ánimos populares, los cuales acabaron asaltando el ayuntamiento, dando muerte al juez y a su habilitado.
Cullera solo fue una excepción por las luctuosas muertes. Las poblaciones valencianas estaban en pie de guerra. En Carcaixent los manifestantes levantaron las vías del tren, hicieron descender a los reservistas, los alojaron en sus casas, cortaron el telégrafo, levantaron piquetes en la entrada de la población y acabaron quemando la administración de consumos, asaltando el ayuntamiento y quemando su archivo, las dependencias del juzgado municipal y de la Junta de la Acequia.
En Alzira también bloquearon la salida de los reservistas y acabó el motín destrozando la casa del cacique conservador José Bolea y quemando el casino del partido conservador. Acontecimientos similares, como hemos dicho, se sucedieron en una multitud de poblaciones valencianas. Fue la Semana Trágica valenciana. Mientras tanto, la ciudad de Valencia estaba tomada por el Ejército y la Guardia Civil. ¿Levante feliz?

Con la llegada de la Guardia Civil y del Ejército a estas poblaciones, se restableció la calma. También empezaron las detenciones. Y estas fueron masivas. Se detuvo tanto a los supuestos implicados en las revueltas como a los líderes de las sociedades obreras, partidos republicanos y especialmente cenetistas. A todos se les aplicó la Ley de Jurisdicciones, es decir, pasaban a ser juzgados por el fuero militar. Muchos de los detenidos estuvieron meses en la cárcel Modelo de Valencia sin cargos. Los casinos republicanos, las agrupaciones socialistas, las escuelas racionalistas fueron clausurados. Los periódicos opositores a liberales y conservadores tampoco se libraron de la dura represión. El Pueblo y El Mercantil Valenciano sufrieron censuras, multas económicas, registros e, incluso, amenazas de clausura y detención de sus redactores.

Los sumarios contra los detenidos por los «Sucesos» del mes de septiembre se abrieron un mes después. A los detenidos en Cullera, Alzira, Carcaixent y Xàtiva se les aplicó un consejo de guerra. Por supuesto el juicio que más expectación y trascendencia tuvo fue el de los veintidós procesados de Cullera. El juicio se desarrolló en Sueca en diciembre, con esta población y la de Cullera tomadas por la Guardia Civil. La sentencia militar impuso siete condenas a muerte, una a cadena perpetua y las restantes condenas que iban de los doce a veinte años de prisión.
Republicanos y socialistas se movilizaron en contra de las condenas a muerte. El Pueblo y El Mercantil Valenciano abanderaron la causa. Las peticiones de indulto se multiplicaron. Destacados miembros de la cultura se sumaron a las peticiones de indulto: Galdós, Ramón y Cajal, etc. Las peticiones también llegaron de personalidades e instituciones europeas. Los «Sucesos» de Cullera empezaron a ser conocidos a partir de su juicio. La petición de indulto llegó al presidente de Gobierno, el liberal José Canalejas. El Consejo de Ministros indultó a seis de ellos, manteniendo la pena al Xato de Cuqueta. La sombra de Ferrer i Guardia planeó otra vez sobre la opinión pública española. Los republicanos hicieron de este tema una verdadera cuestión. Una comisión de personalidades valencianas pidió audiencia a Alfonso XIII para pedirle el indulto del último procesado. Entre ellos Benlliure, Sorolla, Muñoz Degrain y Morote. El 13 de enero el rey le conmutó la pena de muerte al Xato de Cuqueta por cadena perpetua.
Los «Sucesos» de Cullera quedaron durante mucho tiempo en el recuerdo de muchos cullerenses, de muchos valencianos. Cullera se convirtió en bandera reivindicativa contra la injusticia social, la desigualdad económica y la falta de libertades políticas. Justo es recordar cien años después a aquellos y aquellas que las padecieron y lucharon contra ellas.

Septiembre de 1911: Huelga general de trabajadoras en Murcia



HUELGA GENERAL EN MURCIA

Durante la semana del 17 al 24 de Septiembre de 1911, hace cien años, en la Ciudad de Murcia tuvieron lugar acontecimientos que dejaron marcada la sociedad de la época. El Postillón, saltándose su línea acostumbrada, va a recordar en las próximas entregas aquellos sucesos.
ANTECEDENTES
LAS HILANDERAS.- ¡Pobres niñas! Son algunas de la ciudad, otras de la huerta, muchas de los pueblos inmediatos. Trabajan once horas y media por dos reales, ¡dos reales que es el pan de la madre paralítica, del padre inútil para el trabajo, de los hermanos huérfanos!
            Niñas aún, madrugan día tras día, todo el año, para estar en la fábrica á las seis de la mañana. Antes de comenzar la tarea que quema sus manos y consume sus organismos, han tenido que recorrer una legua, dos, media por lo menos, con los pies por el suelo pues sus sueldos no alcanzan á cubrir sus plantas con las alpargatas que van dejando en las sendas á pedazos. Y aquel producto, que quema sus manos y que aniquila sus organismos, fué el qué sus padres cuidaron con afán sin comer de día, sin dormir de noche; y que luego vendieron á lo que quisieron, porque el precio era bajo, y el pagar el rento, urgía. Y esas pobres niñas que trabajan el propio sudor de sus padres por dos reales al día once horas mortales; salen de sus talleres ya oscurecido, cruzando sendas y salvando atajos para llegar á comer un pedazo de pan negro y un tomate podrido á las diez de la noche, para volver á despertar de madrugada en busca del sudor de sus padres que tienen que hilar en las ruecas de la fábrica.
            ¡Pobres niñas huertanas! Ayer y hoy, acaso no han comido sus madrecitas paralíticas, sus padres inútiles, sus hermanos huérfanos. Alguna tiene un hermano soldado, que se fué á Melilla y no sabe de él; y otras han abrazado hoy al que ha llegado con la tropa de Cartagena.
            P. Jara Carrillo.
ESPECTÁCULOS: Teatro Circo.- Hoy sábado 16, abrirá sus puertas con un cuadro completísimo de género de varietés en el cual figuran artistas de reconocidos méritos. Harán su debut la bailarina española “La Morenita” y “Las Granadinas”, artistas españolas ovacionadísimas en todas partes. “La Hurí”, única artista que triunfó 6 meses consecutivos en un teatro de Madrid.
Salón de Actualidades.- Compañía cómico dramática dirigida por el primer actor Dn Rafael Babí y en la que figura la primera actriz Srta Herminia Chiva.

19 de Septiembre


            Las huelgas y los altercados tenían lugar en toda España. Todo el país era un hervidero de violencia, y mientras tanto la desastrosa gestión de la guerra de Marruecos estabaa minando la economía española. La situación general era tan grave que el Gobierno presidido por Canalejas había decretado la suspensión de los derechos constitucionales. 
                        Convocatoria
Trabajadores murcianos
Salud:
            Teniendo en cuenta el Centro Obrero de Murcia la angustiosa situación porque atraviesa la clase proletaria, explotada tanto más que ninguna otra de España, esta central, cumpliendo con los deberes que le impone el compañerismo y el cargo con que la honraron los compañeros, dejaría de cumplir con su misión primordial si hoy que los demás compañeros de España luchan heroícamente por la mejora de su situación y por las justísimas reivindicaciones, dentro de sus derechos, no hiciera este llamamiento para consultaros sobre la conducta que hemos de seguir, y si es posible hacer algo por aliviar nuestra precaria situación.
            Para este efecto, os esperamos esta noche a las 9 en el Centro Obrero, calle de la Rambla número 1 (frente al horno del Pilón) y confiamos que no dejareis de ocupar vuestro puesto.
            ¡Trabajadores de Murcia, asociados y no asociados, acudid a la reunión de esta noche!
                                   La Central
(El Gobierno Civil estaba ubicado en el antiguo palacio de los Marqueses de los Vélez, al inicio del actual Paseo de Alfonso X). Colección M. Manzanera
La huelga en Murcia.- Como teníamos anunciado por la convocatoria que ayer publicamos del Centro Obrero, anoche estaban citados los obreros murcianos en el local de la Calle de San Antonio.
            La suspensión de garantías hizo que el Gobernador suspendiera la reunión, llegando al efecto el delegado de dicha autoridad Dn Gaspar Romero cuando ya había reunidas en el Centro y sus inmediaciones más de dos mil personas. El señor Romero, correctamente, habló a los elementos reunidos, comunicándoles la disposición de la primera autoridad, y cuando todos estaban conformes en acatar las circunstancias, el inspector jefe, Señor Caballero, llegó a excitar un tanto los ánimos verificando algunas detenciones caprichosas de individuos que no están señalados ni mucho menos con la nota de revolucionarios. Además, el señor Caballero pretendió impedir que algún periodista que acudía a aquel sítio a cumplir con su deber no penetrase en el local de los obreros.
            ¡Pero hombre, que no estamos en ninguna ciudad de barricadas!
            Esto motivó que al acudir al despacho del gobernador los periodistas convocados por él, nuestro Director diera cuenta a la primera autoridad de lo ocurrido, protestando de lo que no es sensato. El gobernador no sabía nada, y prometíó enterarse. Poco después, fué una comisión de radicales presidida por el presidente Dn Miguel Rivera a pedir también la libertad de los detenidos, que al poco fueron libertados.
            La huelga de hoy, a juzgar por la suspensión de la reunión de anoche, ha fracasado, Sin embargo, tenemos noticias de que innumerables obreros irán a la huelga a pesar de todo, y de esta actitud pueden culpar al inspector que anoche soliviantó los ánimos que en Murcia son de reconocida condición pacífica.
            Por nuestra parte recomendamos a los obreros, cualquiera que sea su actitud, mucha cordura, que es lo que siempre les caracterizó.
Martínez  Tornel


20 de Septiembre Según “El Tiempo”


            En 1911, en la Ciudad de Murcia se publicaban tres diarios: “ El Liberal” de línea editorial republicana progresista. “El Tiempo”, de carácter conservador, y “La Verdad” de la Editorial Católica.
            Esta variedad de mentalidades en la prensa local, envidiable hoy en día, era el reflejo de la sociedad de la época. Y, lógicamente, en sus páginas se puede ver claramente el estado de ánimo en que se encontraban unos y otros. 
            Durante todo el día de hoy han circulado con frecuencia rumores de paro en algunos oficios. A pesar de ello no hemos tenido noticia que se haya realiado este. El aspecto de la población es normal sin que se note síntoma alguno de inquietud.
            En la Delegación de Hacienda se ha establecido una guardia de agentes de la Compañía Arrendataria, armados con tercerolas.
En Espinardo.- A primera hora de la mañana el Alcalde de este pueblo observó la presencia de varios obreros de Murcia que intentaron obligar el paro de algunos molineros y fábricas. Por telefono dió aviso al cuartel de la guardia civil, saliendo inmediatamente para dicho pueblo el sargento Galiano y dos parejas á sus órdenes. Cuando llegó la benemérita, los obreros habían conseguido parar dos molinos y hacer salir de los almacenes de pimiento a los trabajadores.
            En el depósito de don Pedro García Navaro ocurrió un violento choque entre los que coaccionaban y lso obreros de esta casa, siendo milagroso que no ocurriera alguna desgracia. La oportuna llegada de la guardia civil hizo que los ánimos se calmasen y que los huelguistas desistiesen de ejercer violencia. Ha sido muy elogiada la conducta seguida por el sargento Galiano y guardias á sus órdenes.
 Las sederas.- En la Fábrica grande de Seda comunicaron esta mañana a algunas obreras que se les bajaba diez céntimos del jornal. Estas abandonaron los talleres recorriendo algunas calles en pintoresco grupo, pero sin alterar el órden. El inspector señor Caballero intervino oportunamente haciéndolas que se disolvieran.
            No entramos ni salimos en la justificacíon de la medida tomada por los dueños de la fábrica, pero necesariamente tenemos que reconocer que la tal determinación en los momentos actuales nos parece inoportuna.

La insurreccion anarcosindicalista del 8 y 9 de diciembre de 1933 en las Tierras Beronas.


Días de vísperas revolucionarias en los que las armas salen a relucir. Como resultado de los registros domiciliarios efectuados en Cenicero, San Asensio y San Vicente de la Sonsierra, son decomisadas varias pistolas y diverso material para la fabricación de explosivos. En el último pueblo citado se escuchan varios disparos en medio del tumulto producido en la Casa Consistorial por el enfrentamiento de los grupos de obreros de distintas tendencias inscritos en las listas de parados. Estamos en lo últimos días del mes de noviembre y el alcalde de Haro pide con urgencia a la autoridad gubernativa el envío de una sección de guardias de asalto para que impidan que se celebre una manifestación no autorizada de obreros en paro, ante el temor de que se produzcan "disturbios públicos con el asalto a comercios u otros desmanes". Más preocupado aún por la situación social está el alcalde de Nájera, conocedor de que "algunos elementos de la Federación Anarquista Ibérica tramaban un complot para asesinarle". Según consta en el informe de la Guardia Civil, los individuos señalados habían pedido ayuda a los afiliados de los pueblos vecinos y al Sindicato Único de Logroño. Al parecer, desde la capital se les había contestado que "no era el momento oportuno para llevar a cabo su intento, que lo dejan por su cuenta para realizarlo en el momento que se inicie la Revolución Social". 
Los impacientes no tienen que esperar mucho para que llegue el momento anhelado. La crisis del gobierno de Manuel Azaña provoca la disoución de las Cortes Constituyentes en los primeros días del mes de octubre y la convocatoria de elecciones generales para el 17 de noviembre. En La Rioja asistimos a un triunfo incontestable de la candidatura de las derechas no republicanas, integrada por Acción Riojana y el Partido Tradicionalista, que consiguen tres de los cuatro diputados en juego. Para la CNT, que había hecho una activa campaña en muchos pueblos de la provincia predicando la abstención, el ascenso de la derecha era un signo inequívoco del triunfo de la reacción. La amenaza del fascismo debía ser contestada por el pueblo con la proclamación en la calle del comunismo libertario. A la revolución ya no se le podían poner puertas ni diques. Era una cuestión de honor. El primer movimiento sería interpretado como una llamada general a la insurrección. La fecha, la madrugada del 9 de diciembre de 1933.




A mediodía la radio difunde una nota oficiosa del Gobierno Civil "para tranquilidad de los habitantes todos de la provincia". Según este comunicado, el "movimiento sedicioso de carácter sindicalista" producido en la capital y en algunos pueblos ha sido "absolutamente sofocado" a las pocas horas de haberse iniciado. La realidad de lo ocurrido es menos tranquilizadora. La sublevación ha tenido una extensión insospechada y en algunos lugares la gravedad de los sucesos hace que La Rioja sea destacada en la prensa nacional como uno de los principales focos de la insurrección. Así es considerada también por los propios anarquistas. Cuando en marzo de 1934 se levante la suspensión de Tierra y Libertad, dicha publicación dedicará el primero de sus suplementos a recordar y valorar la "derrota momentánea", el "forcejeo colectivo" del mes de diciembre anterior como "la etapa más sobresaliente de la Revolución española". En Cataluña no habían respondido como era de esperar ni los centros industriales ni el campo "cloroformizado", Andalucía tampoco había podido dar "el do de pecho" acostumbrado, en buen lugar quedaba Extremadura, un aprobado se concede a Galicia y una de las notas más destacadas obtiene el esntusiasmo de la lucha de Asturias. Mención aparte merecen Aragón y La Rioja por haber mantenido "enhiesta la enseña confederal". En su suelo había quedado a salvo "el honor proletario" y la amplitud que había tomado la insurrección en las dos "regiones hermanas" permitía "esperanzar un después halagador". 
Como veremos, el futuro no será muy halagüeño, máxime teniendo en cuentra los varios centenares de hombres detenidos en los sucesos que el 9 de diciembre despertaron conmocionados a los habitantes de bastantes municipios riojanos. Noche de alarma la vivida en Logroño debida al intenso y constante tiroteo que lleva, según el relato de La Rioja "el terror al vecindario recluido en sus domicilios". De acuerdo con las conclusiones del Tribunal de Urgencia formado en la Audiencia Provincial de Logroño, resulta probado que en la noche del 8 de diciembre numerosos afiliados de la Federación de Sindicatos Únicos de La Rioja se reunieron en el domicilio social para puntualizar la forma de realizar el movimiento revolucionario. Después del reparto de armas y explosivos se lanzaron a la calle "con la finalidad de hacer la revolución social y proclamar el comunismo libertario en actitud tumultuaria y agresiva dividiéndose en grupos según táctica predeterminada. Uno de los grupos intenta apoderarse del Gobierno Civil, entablando un prolongado tiroteo con los guardias de vigilancia y seguridad que lo custodiaban. Otro segundo grupo se encamina hacia el cuartel de la Guardia Civil con el propósito de asaltarlo, y un tercero recorre varias calles céntricas y las inmediaciones de la fábrica de tabacos intercambiando disparos con los guardias de asalto, atrayendo a parte de la fuerza pública hacia la plaza de la Imprenta, donde son recibidos con disparos de armas cortas y largas y bombas de mano desde los tejados del Teatro Moderno y los edificios colindantes. Hacia las cinco de la madrugada cesa la refriega y renace una aparente tranquilidad. En las horas siguientes los cacheos y registros dan como resultado una cincuentena de detenidos. Fruto de la refriega, han fallecido un guardia de asalto y dos de los revoltosos y quedan heridos otros cinco agentes y varios de los procesados.





El movimiento revolucionario se contagia también a otras cabeceras comarcales, y Haro no podía ser una excepción. El alcalde, en previsión de incidentes, recorre las calles de la ciudad en compañía de los serenos y varios guardias civiles realizando cacheos entre los elementos sospechosos que deambulan en pequeños grupos. Hacia las dos de lamañana se produce un tiroteo en la plaza de la República, del cual resulta herido de gravedad el capitán al mando de la fuerza pública. Desde la Casa Consistorial se llama al cuartel de la Guardia Civil pidiendo ayuda, pero los guardias restantes no pueden salir. El edificio está rodeado y es atacado con un intenso fuego de armas cortas y largas y con bombas de mano. Ante la defensa cerrada de los sitiados en la casa-cuartel y en el Ayuntamiento y tras el infructuoso intento de desarme de los serenos, los sediciosos desisten de sus propósitos y huyen amparados por las últimas sombras de la noche. Cuando llegan refuerszos de los puestos cercanos de la Guardia Civil y un capitán de asalto con cuarenta individuos procedentes de Vitoria, no encuentran a nadie por la calle. Aunque son detenidos treinta y dos sospechosos, sólo uno puede ser procesado y al cabo quedará absuelto por falta de pruebas.
Pero suerte corren los 34 detenidos en Calahorra, condenados a diferentes penas por su implicación en el asalto de la Casa Consistorial de la ciudad la noche de autos. Según el informe del fiscal un numeroso grupo de unos cientro cincuenta individuos, afiliados y simpatizantes de la CNT, siguiendo instrucciones recibidas desde fuera se habían lanzado a un "movimiento revolucionario para conseguir la desaparición de determinadas leyes que conceptuaban tiránicas". A la una y media de la madrugada en el cuartel de la Guardia Civil se había recibido un aviso telegráfico del Ayuntamiento, defendido por los serenos y agentes municipales, "diciendo que les era imposible aguantar en el mismo el fuego que se les hacía". La salida del capitán con la fuerza a su mando libera a los sitiados y pone en fuga a los revolucionarios después de un prolongado intercambio de disparon que deja tres heridos en la calle.





Menos violentos resultan los episodios vividos en otros municipios como Alfaro y Arnedo. En la primera localidad el celo demostrado por la autoridad y las precauciones adoptadas evitan cualquier enfrentamiento. Los rumores del asalto de los "elementos extremistas" al Ayuntamiento y a otros edificios públicos no llegan a concretarse. Los cacheos y registros ordenados logran la detención y el desarme de 18 individuos, abortando los planes de la reunión clandestina celebrada unas horas antes, y tampoco tienen éxito los instigadores que se habían dirigido al cercano pueblo de Aldeanueva de Ebro con objeto "de inducir a los obreros de este pueblo a actos sediciosos". En Arnedo, en cambio, los revolucionarios encuentran el camino más fácil. Cortadas las líneas telegráficas y telefónicas con el exterior, sobre las cuatro y media de la madrugada una treintena de hombres salen del domicilio de la CNT emprendiendo una manifestación por las calles hasta llegar frente a la fachada del Ayuntamiento, donde pretendían colocar una bandera roja y negra "como señal de haberse proclamado el comunismo libertario en toda España". Ante la resistencia de los serenos municipales, los sediciosos se dirigen a casa del alcalde, conminándole a la entrega de las llaves del Consistorio, petición a la que aquél accede ante la amenaza de utilizar la violencia y con la promesa de no causar ningún daño al edificio. Así ocurre. La enseña anarquista ondea en el exterior, mientras que el grupo insurgente permanece en el interior en actitud pasiva durante unas cuatro horas hasta que deciden abandonar el local. 
Dentro todavía de La Rioja Baja el movimiento revolucionario obtiene algún eco en Préjano. A las cinco de la tarde del día 9, ante las noticias llegadas al pueblo de la implantación del comunismo libertario en muchos puntos de España, los obreros asociados, pertenecientes a la UGT, organizan una manifestación pública de apoyo. Unos cien individuos armados de escopetas y picos recorren las calles dando vivas al comunismo y ondeando una bandera negra y roja que llegan a colocar en el Ayuntamiento, después de conseguir que el alcalde les entregue las llaves. No muy lejos, en Rincón de Soto, una docena de "simpatizantes del extremismo", ayudados por algunos individuos llegados de Aldeanueva de Ebro, intentan sin éxito asaltar el Ayuntamiento y declarar el comunismo libertario, desistiendo de sus intenciones al no conseguir "soliviantar el ánimo" de los vecinos del pueblo. En el resto de la región hay que añadir la proclamación de huelga general en Viguera, con 17 detenidos acusados de derribar postes de telégrafos, intimidar a los dueños de establecimientos comerciales para que cerrasen sus puertas y coaccinar a los trabajadores que pretendían salir del pueblo. Además hay que contar los enfrentamientos y disparos de individuos aislados y los cortes de comunicaciones que tienen lugar en otros puntos como Santo Domingo de La Calzada, Rincón de Soto, Herramélluri, Ezcaray, Quel y Agoncillo.





Pero si lo ocurrido durante la insurrección anarcosindicalista en nuestra provincia logra repercusión en toda España, lo hace gracias a la gravedad de los sucesos que tienen lugar en las calles de los pueblos riojalteños de Cenicero, Fuenmayor, Ábalos, San Asensio, Briones, San Vicente de la Sonsierra y el cercano pueblo alavés de Labastida. En Cenicero la vigilancia de la Guardia Civil aborta el plan de los revolucionarios cuando en las últimas horas del día 8 sorprende a los principales instigadores reunidos en una cueva mientras estaban realizando el reparto de armas y municiones y ultimaban la forma en la que había que actuar para implantar el comunismo libertario. Se entabla un fuerte tiroteo entre los guardias y los sindicalistas sorprendidos que se repite por las calles adyacentes en las horas que siguen. El sargento resulta herido y los subordinados que le acompañan lo recogen y se retiran al cuartel. Las comunicaciones quedan cortadas y durante la mañana del día siguiente se ven de nuevo grupos armados en distintos puntos de la población. Los sediciosos se dispersan con rapidez cuando a las cuatro de la tarde llegan desde Logroño fuerzas de la Guardia de Asalto, que toman el pueblo y comienzan las detenciones de los principales sospechosos, cincuenta y seis de los cuales serán procesados por su participación en los hechos.
Aún mayor es el número de encausados en Fuenmayor, hasta alcanzar un total de 73 vecinos. Aquí el plan a seguir por los insurrectos se gesta en la caseta de una huerta después de que un forastero lleve la orden para el alzamiento. Sobre la una de la madrugada un grupo numeroso detiene y desarma a los vigilantes nocturnos y se aposta en los aledaños del cuartel de la Guardia Civil, enviando a sus moradores una nota en la que se les conmina a la rendición y entrega de armas. Un segundo grupo se dirige al Ayuntamiento, despierta al alguacil y, con amenazas, consigue que se les abra la puerta de entrada, apoderándose de las armas que allí había. Por último, otro grupo no menos nutrido sale a las afueras del pueblo para impedir la llegada de refuerzos, corta las líneas del telégrafo y el teléfono y pone varias bombas en la vía férrea que no llegarán a explotar. Hacia las ocho y media de la mañana tiene lugar un enfrentamiento en la carretera de Logroño con la fuerza pública, que llegaba en auxilio de los sitiados y se ve obligada a retroceder. Dentro del pueblo, el ruido lejano de los disparos provoca el inicio del tiroteo contra el cuartel, sin conseguir la rendición de los guardias. Uno de ellos resulta herido de cierta consideración y también recibe un balazo el juez municipal. Mientras tanto, son requisadas las armas de las casas particulares y se pregona por las calles un bando en el que se proclama el comunismo libertario, advirtiendo que "serán, a palabra de hombres, respetadas todas las vidas desde el momento en que se sometan al nuevo régimen". No va a durar mucho. A primera hora de la tarde vuelven los guardias rechazados con refuerzos y varias ametralladoras que callan todo intento de resistencia.





Para entonces en Ábalos ha renacido la calma. A las cuatro de la mañana un grupo de vecinos, "en la creencia de que se había implantado en toda España el comunismo libertario", salen a la calle, cortan unos árboles para interrumpir el tráfico, realizan disparos hacia varias casas, requisan las armas de algunos particulares y se dirigen al Ayuntamiento, desde cuyo balcón arrojan todos los documentos y libros que encuentran. La última acción del grupo de revolucionarios consiste en apoderarse de cinco corderos pertenecientes al marqués de Legarda para preparar una comida. Cuando a las siete de la tarde llega al pueblo un teniente de la Guardia Civil acompañado de veinte números de la Comandancia de Vitoria no encuentra nada anormal en las calles. Los revoltosos han huido al campo o se han refugiado en algunas casas, esperando la llegada de fuerzas del orden. A pesar de la escasa importancia de lo sucedido, 14 de ellos comparecerán ante lo tribunales acusados del delito de sedición.
En San Asensio son juzgados por el Tribunal de Urgencia 38 vecinos y otros 7 lo harán ante un consejo de guerra para responder de la muerte de dos guardias civiles y las heridas recibidas por otros dos. Los hechos se desarrollan siguiendo pasos ya descritos en otros lugares. Al anochecer del día 8 la mayoría de los implicados se reúnen para planear los detalles del movimiento en una cueva donde guardaban armas, municiones y bombas. Una vez constituido el comité revolucionario, cortadas las comunicaciones y bien pertrechados los revoltosos, un grupo quedao apostado en las inmediaciones del cuartel, mientras otro detiene al alcalde e invade el Ayuntamiento, quemando en la plaza toda la documentación oficial que contenía el archivo municipal. También el fuego alcanza la iglesia de la Asunción, prácticamente destruida por las llamas. Los guardias del puesto reciben varias descargas en una frustrada salida en dirección a la estación de ferrocarril y quedan atrincherados en la casa-cuartel, resistiendo el asedio mientras esperan auxilio. Hasta que éste llegue, los insurrectos tiene tiempo durante unas horas de poner en práctica el comunismo libertario: cuando se hace de día, se avisa a la población e un bando que se iba a proceder a la recogida de todas las armas y al reparto de bienes y alimentos, y así se hace con el botín obtenido del asalto a la sede del Sindicato Agrícola Católico y con los productos requisados en varias panaderías, en el estanco y en otros comercios. Todo lo entregado es devuelto cuando, al acabar el día, el pueblo es tomado por dos patrullas de guardias, desplegados en guerrilla y apoyados por ametralladoras, que invaden el pueblo por varios puntos y consiguen restablecer el orden después de un prolongado tiroteo que desbanda a los revolucionarios.





Después de la toma de San Asensio, alrededor de las nueve de la nocche del día 9 fuerzas de la Guardia Civil y de la Guardia de Asalto, junto con tropas del Ejército, se disponen a entrar en la cercana localidad de Briones., donde todavía los insurrectos eran dueños del pueblo. En la noche del día anterior, advertido el alcalde de la presencia de grupo de sindicalistas en actitud poco tranquilizadora, ordenó a los tres guardias civiles del puesto que practicasen cacheos a los que se encontrasen en establecimientos públicos y a los que transitaban por las calles. En una de las salidas los guardias son repelidos por los disparos de un grupo armado que hiere a uno de ellos y los obliga a refugiarse en el Ayuntamiento. A las tres de la mañana se escuchan explosiones y disparos en distintos puntos del pueblo y comienza el asedio a la Casa Consistorial. Con las primeras luces del días los asaltantes exigen la rendición de los sitiados, declarando, en caso contrario, su intención de atacar el edificio con bombas y poner en primera fila a las mujeres y los hijos de los guardias civiles que previamente habían sacado del cuartel. Ante esta amenaza, el alcalde y sus acompañantes se entregan y los revoltosos procedena a apoderarse del armamento que encuentran y queman toda la documentación del archivo y la del juzgado municipal, además de la que hallan en la oficina de recaudación. Colocada la bandera roja y negra en el balcón del Ayuntamiento y publicado un bando que proclama el comunismo libertario, los revolucionarios recorren las casas para requisar todas las armas y recogen alimentos en tahonas y comercios que luego reparten en raciones a los vecinos que acuden al salón del baile. Mientras unos se dedican a las tareas administrativas, otros se aprestan a la defensa del pueblo. Interrumpidas las comunicaciones telegráficas y telefónicas, troncos cortados obstruyen el paso por la carretera y unos raíles levantados producen el descarrilamiento de un tren de mercancías. Durante el resto del día varias patrullas de la Guardia Civil que se acercan son rechazadas, hasta la llegada por la noche de los refuerzos ya citados. Después de una demostración de fuerza, las tropas consiguen entrar en el pueblo, tropezando sólo con algunas resistencias aisladas que se repiten al realizar los registros y detenciones que llevarán a más de sesenta vecinos antes los tribunales.




Sofocado el movimiento revolucionario en Briones, el último reducto por reconquistar es San Vicente de la Sonsierra, donde todavía ondea la bandera anarquista a las diez de la mañana del domingo día 10. El pueblo había sido tomado por los rebeldes en las primeras horas de la madrugada del día 9, siguiendo el plan preconcebido que ya conocemos. Después de recibir instrucciones, los principales promotores, reunidos en una bodega, forman el comité revolucionario y reparten los objetivos entre varios grupos. Así, se apoderan del Ayuntamiento y del Juzgado Municipal, incendiando en la calle toda su documentación, prenden fuego también a la ermita de los Remedios, cortan todas las comunicaciones con el exterior y, una vez declarado el "comunismo libertario libre", proceden al reparto de bonos y vales para el suministro de víveres. Los cinco guardias del puesto, después de defender el cuartel durante unas horas y ante el rumor de que iba a ser rociado con gasolina e incendiado, huyen por la parte trasera junto con sus familias. Para restablecer el orden, después de varios intentos infructuosos, hay que esperar al impresionante despliegue militar de la mañana del domingo, relatado con tonos impresionistas por un enviado especial de El Debateque acompaña al convoy de tropas:


"¡Nada más parecido a un convoy de guerra colonial! Entristece el alma que viajemos por tierras de España como por país insumiso al que se quiere conquistar. Los guardias llevan montados en las ventanillas sus fusiles, cuyos cañones salen hacua fuera, como queriendo descubrir al enemigo. Los guardias otean sin reposo todo el horizonte. Así bordeamos el Ebro. El río hispano no parece hoy hispano. Un paso difícil. Un alvéolo del Ebro abrazado por colinas, riscos, que ayer fueron parapetos para impedir el paso de una locomotora, que fue preciso hacer retroceder [...] Para colmo de perplejidades, y para mayor sensación de guerra -¡de guerra entre hermanos!- descubrimos en el cielo ceniciento la silueta de varios aviones. Contamos cuatro que vuelan y revuelan sobre el mismo punto [...] Frente a nosotros se alza, a la otra orilla del río, otro pueblo aún rebelde, San Vicente de la Sonsierra, levantado pintorescamente en una roca que domina el valle del Ebro. En el aire amenazan aviones; por las cuestas empinadas de la colina evoluciona la Caballería con las ametralladoras. Tenemos la dolorosa impresión de ser corresponsales de guerra en nuestra propia tierra, en nuestra propia provincia. En todas las ventanas y balcones del pueblo comienzan a aparecer manchas blancas. San Vicente de la Sonsierra se rinde y los jinetes de Vitoria toman el último reducto de la resistencia a las diez de la mañana del domingo, treinta horas después de comenzar el alzamiento."




El texto pertenece al capítulo La hora de la revolución social (1933) del libro Echarse a la calle. Amotinados, huelguistas y revolucionarios (La Rioja, 1890-1936) escrito por Carlos Gil Andrés. Prensas Universitarias de Zaragoza 2000.
Una narración más detallada y atractiva sobre la insurrección en los pueblos de La Rioja Alta se puede encontrar en el libro Lejos del frente. La guerra civil en La Rioja Alta. escrito también por Carlos Gil Andrés. Editorial Crítica S.L. 2006.





"Queda abolida la propiedad privada y toda la riqueza [queda] a disposición de la colectividad. Las fábricas, talleres y todos los medios de producción serán tomados por los proletarios organizados y puestos bajo control y administración del comité de fábrica y obra [...] En el campo, las tierras y todo cuanto constituye la riqueza del pueblo ha de ser puesto a disposición del municipio libre. Los trabajadores Que han venido habitando viviendas inmundas deben ocupar las viviendas de las clases ricas y los edificios que reúnan buenas condiciones de habitabilidad. Las tiendas y almacenes deben pasar al control de los comités de barriada, que se encargarán de la distribución de los productos y garantizarán el abastecimiento de la población. Los bancos quedan bajo la guardia del comité revolucionario, que velarán porque las riquezas sean puestas a disposición del pueblo productor. Queda suprimido el uso de la moneda, así como el ejercicio del comercio [...] A los cuadros de defensa compete la defensa armada de la revolución". 


Manifiesto del 8 de diciembre de 1933 del Comité Revolucionario instalado en Zaragoza. Recogido del libro de Miguel Amorós La revolución traicionada. La verdadera historia de Balius y Los Amigos de Durruti. Virus editorial 2003.